Sr. Presidente, hable con propiedad

Por Raúl HutinSecretario de la Central de Entidades Empresarias Nacionales

Productividad vs. Competitividad: una diferencia clave

La diferencia entre productividad y competitividad es clara. Nuestros empresarios industriales la conocen bien y aplican la mejora continua en sus plantas, asegurando estándares de producción y calidad.

Sin embargo, la competitividad del sector industrial no depende solo del esfuerzo de las empresas, sino que está determinada por las decisiones políticas.

Las políticas que encarecen a la Argentina

Es la política la que define el costo de la energía, regula el acceso al crédito y establece una presión impositiva que en Argentina duplica la de nuestros vecinos de Sudamérica.

También es la que no toma medidas para reducir los costos logísticos en un país tan extenso y la que permite que los monopolios impongan precios distorsionados en las cadenas de producción.

A esto se suma un tipo de cambio artificialmente controlado, que encarece los productos nacionales y afecta a toda la economía.

El impacto de estas políticas se siente en todos los sectores. Desde la emblemática hamburguesa Big Mac, que es la segunda más cara del mundo después de Suiza y la más costosa de Latinoamérica, hasta productos básicos como la yerba, el vino, las galletitas, los autos, los electrodomésticos o los útiles escolares. Todo es más caro.

Crisis en la industria y el agro

La crisis no afecta solo a la industria: el agro atraviesa dificultades extremas, desde los grandes productores hasta los pequeños chacareros.

La producción de leche ha caído a niveles alarmantes, con empresas en convocatoria de acreedores.

Las economías regionales están en peligro, con productores obligados a desechar fruta por la falta de rentabilidad.

Ejemplos sobran:

  • El Valle de Río Negro, donde la pera y la manzana no encuentran salida rentable.
  • Mendoza, donde el vino y el damasco enfrentan una crisis sin precedentes.

Datos que no cierran

Para cambiar esta realidad, es fundamental conocerla con precisión y no distorsionar los datos.

La inflación que reporta el INDEC, calculada con una metodología de 2004, no refleja con exactitud la situación actual.

Tampoco hay claridad sobre el destino del oro que se envía a Europa.

Y lo más grave: la ANSES perdió $16.000 millones con la venta forzada de bonos.

Sin inversión, no hay futuro

La productividad y la competitividad deben ir de la mano. Sin ambas, el país no puede crecer.

Pero lejos de fomentar el desarrollo, hoy las políticas económicas están llevando a más empresas a la quiebra o a la decisión de abandonar el país, como ya anunciaron Mercedes-Benz y Nissan.

El desempleo sigue en aumento.

La calidad de vida se deteriora.

El gobierno celebra «el mayor ajuste de la historia», pero la realidad es que los trabajadores hoy reciben solo el 43,2% del ingreso total del país, cuando años atrás la distribución era 50/50.

La inversión en ciencia y tecnología cae, hipotecando el futuro del país en un mundo cada vez más tecnológico.

Abrir la economía sin control es un error

Experiencias como la de EE.UU. demuestran que abrir indiscriminadamente el comercio exterior es un error.

Hoy, el 50% de los productos en los supermercados son importados.

Esto significa:
Fuga de dólares.
Pérdida de empleo nacional.

Si queremos un país próspero, debemos priorizar la producción local y regular los precios para que sean accesibles a la población, cuyo poder adquisitivo está muy lejos de los países centrales.

Argentina necesita reglas claras para crecer

Nuestro país necesita políticas que impulsen el desarrollo productivo en lugar de sofocarlo.

Si queremos hacer las cosas bien, trabajemos en consecuencia.